sábado, 26 de noviembre de 2011

¿COMEMOS COMO HABLAMOS O HABLAMOS COMO COMEMOS?

“Si el sancocho es pescao fresco, pon primero a calintar, ocumo, yuca y ahuyama con su poquito de sal, y la bananita verde que no debe de faltar…” Este es un extracto de una famosa canción del autor venezolano Don Luis Mariano Rivera, El Sancocho, la cual fue popularizada por una de las voces más bellas que ha dado nuestro país, la de Gualberto Ibarreto.

En ella se narra muy brevemente la receta más típica del oriente venezolano, aquella que nos sirve para preparar el famoso Sancocho de Pescado. Plato que nunca debe faltar en reuniones, juegos de cartas y de dominó, salidas al río, entre otras actividades sociales de esta región del país. Y es que en la gastronomía de Venezuela, no solo entran en juego ingredientes que quizás no se conozcan en otros rincones del mundo, sino que también se goza de un lenguaje único y muy peculiar.

Poseemos nuestros propios verbos gastronómicos como Pelar: “María pela las verduras para el sancocho”. O sea que lave, limpie y le quite la piel o cáscara a las verduras. Paletear: “Mi mamá paletea el cambur verde en la sopa”. El cambur, conocido en otros países como plátano, se usa comúnmente verde en las sopas y sancochos de Venezuela. Específicamente en la costa central (Aragua, Miranda y Vargas), se raspa o raya el cambur con una cuchara de madera, también conocida como paleta, esto con el objeto de darle más consistencia al “hervido”.

“No me gusta ese arroz porque está muy “masacotuo” (mazacotudo)”. El arroz de tanta agua o mal cocido pareciera más bien una masa de harina, en este sentido los venezolanos decimos que el arroz o la pasta queda “masacotua” y por lo general no le gusta a los comensales. Otro popular uso verbal es el que sucede en algunos sitios tanto del oriente como en la región andina, específicamente en el páramo merideño y en los pueblos del sur de este mismo estado, en los cuales se suele cambiar en algunos verbos la vocal “e” por la vocal “i”. Es el caso del verbo Calentar: “… pon primero a calintar…”.

A veces cuando dejamos cocinar los alimentos por mucho tiempo se pueden llegar a “achicharrar”, en pocas palabras, la comida quedó muy pero muy tostada. Por ende, tenemos los buenos chicharrones de cochino, de cueros de pollo y en Palmarito estado Mérida, el famoso y delicioso Chicarrón de Curvina.

El plato típico venezolano es el Pabellón el cual consiste de carne mechada (carne de falda de res, hervida y mechada), arroz blanco, tajadas (rebanadas fritas de plátano) y las caraotas negras. Ya el solo nombre de este plato es tan típico como su origen. Se le conoce como pabellón porque sus alimentos representan las etnias venezolanas: El negro proveniente de África (las caraotas), el blanco europeo (el arroz) y el indio americano (en la carne mechada), las tajadas son opcionales, por eso en siempre se pregunta ¿Pabellón?, ¿Con o sin “barandas”?. Las caraotas que quedan sobrantes siempre se sofríen y con ella se rellenan “Arepas” o “Empanadas” y de esta forma se le llaman “Refritas”.

Es obvio que por ser un país hispanohablante muchos de nuestros platos y sus ingredientes poseen nombres que nos llegaron desde España, sin embargo, una importante cantidad de calificativos son de origen indoamericano como Miche, Cachapa, Casabe, Arepa, Chirimoya y africano tales como Mondongo, Quimbombó, Yuca, Guasacaca, Patacón, entre muchos otros.

Nuestra forma de preparar e ingerir los alimentos ha modificado considerablemente nuestra forma de hablar. No comemos mucho, sino que nos “Jartamos”, “Tragamos” y algunas veces nos “atragantamos” de comida. No bebemos mucho, sino más bien “chupamos” mucho aguardiente. No degustamos sino “Picamos” algunos “pasapalos”. Estos últimos, deben su nombre a que son pequeñas porciones de comidas o tapas, como se les conoce en España, que se suelen servir para acompañar las bebidas alcohólicas. En Venezuela un whisky u otro licor servido en vaso se le denomina como “Palo”: “Mesonero tráigame otro palo/palito, y me trae unos pasapalitos también”.

En resumen, podemos decir que el venezolano ha creado su propio lenguaje gastronómico. Usamos esta forma particular de hablar en cualquier ambiente, en nuestras reuniones de familiares y amigos como en aquellas muy formales. En las que después de unos cuantos traguitos, perdón palitos, se pierden las altas normas lingüísticas de cortesía para dar paso a la integración social y coloquial del más puro venezolanismo.


Ciro García