domingo, 30 de mayo de 2010

Educación superior e investigación


¿Está realmente contribuyendo la investigación en educación superior, en especial la que se produce en la modalidad a distancia, en el desarrollo productivo de la nación?, ¿Son suficientes los programas de formación universitaria a distancia que existen en Venezuela para cubrir la demanda estudiantil?, ¿Debería el Estado a través de los distintos ministerios afines, promover la educación superior a distancia como una forma viable de producir investigación al tiempo que se crea un nuevo talento humano?

Se conoce en Venezuela que las tres principales funciones de la universidad son: La docencia, la investigación y la extensión. En este orden se han creado coordinaciones, divisiones y hasta vicerrectorados. La universidad venezolana, en especial la pública, invierte anualmente una partida destinada a la investigación, sin embargo pareciese que estos fondos se direccionan, en la mayoría de los casos, para el apoyo de trabajos que desarrollan sus estudiantes y profesores como lo son las tesis y trabajos de ascenso, y muy poco es el apoyo investigativo que se obtiene de la universidad para contribuir con el sector productivo de la nación.

En mucho de los casos, los trabajos de ascenso y las tesis de pregrado y postgrado quedan sepultados en bibliotecas o archivos, que sirven más de referencia teórica para otros investigadores que para hacer valiosos aportes a la nación. En otros casos, estos trabajos de investigación no poseen suficiente razón en sus contenidos para que sean aplicables a la realidad industrial y social de un país.

Una de las razones es quizás como se comenta en el artículo Una Escuela para la Gente, una Universidad para Venezuela (1983) en la revista Universidad Nuestra, que ha existido en nuestro país una tendencia al estudio de los servicios y no al de las ciencias básicas y ciencias humanísticas. Ya han pasado más de veinte años desde que este grupo de profesionales de la Universidad Central de Venezuela y del Instituto Pedagógico de Caracas realizaran ese estudio y pareciera que todavía es la tendencia que impera en la Venezuela actual.

Muchos aspirantes a la educación superior siguen optando por estudiar los programas de formación en servicio: Derecho, Economía, Administración, Contaduría, Informática, entre otros, en los cuales sabemos o se producen investigaciones sobre estudios de casos que quedan engavetados o no se desarrollan trabajos de investigación porque la universidad sugiere la opción que se sustituyan por pasantías empresariales.

Es este el efecto inverso en otras naciones del mundo, particularmente las que se consideran industrializadas, ya que en ellas, el Estado invierte un buen porcentaje del Producto Interno Bruto a la investigación universitaria. Se crean planes y programas que obligan a los centros de educación superior a desarrollar investigación en los sectores de mayor productividad y es menester de estos centros contribuir no sólo con el producto final en papel, sino también con el talento humano que se ha creado. Existen buenos incentivos para que tanto el productor de una tesis o trabajo de ascenso se quede en esa nación, trabajando y desarrollando lo que por algún tiempo ha investigado.

Quiero decir con esto, que no creo que la escogencia de los programas de formación en áreas del servicio sea únicamente por creer que tendrán buena demanda laboral, sino porque el mismo Estado no ha reconocido de una vez por todas que hay que invertir en crear fuentes de empleo para incentivar el estudio de las ciencias básicas y las humanísticas.

Si se ofrecen buenos espacios para promover los avances en materia lingüística y se brinda una oportunidad de trabajo excelente, seguramente tendremos más y mejores lingüistas y mucho más jóvenes estudiando programas de formación afines. Si fuese prioridad de nuestra nación producir otro tipo de energía diferente a la del petróleo y sus derivados o promover una educación y cultura en reciclaje y cuidado del medio ambiente, seguramente crecería la demanda por estudiar física, matemática y química.

No obstante, como ya lo he mencionado antes, es bien sabido que son muy pocos los esfuerzos de los que estudian e investigan en las llamadas ciencias básicas y ciencias humanísticas por producir trabajos que sean realmente aplicables al contexto sociocultural. En la mayoría de las veces, se adopta una postura muy individualista que termina por inculcar en el investigador una posición de “Yo investigo lo que yo quiera”, olvidando de esta manera su compromiso social con el país que le ha brindado la oportunidad de formarse.

En este orden de ideas, Jorquera (2009) estando de acuerdo con Carmona (2004) comenta que se anhela contar con investigadores éticos y socialmente responsables, generadores de nuevos conocimientos e innovaciones tecnológicas cónsonos con los espacios e intereses sociales.

Ahora bien, no es pura culpa del investigador, es necesario concienciar a las instituciones de educación superior en promover la investigación social y no el cientifismo rígido como que si estuviésemos pagando todavía un tributo al positivismo o a la vieja escuela tyleriana. Es el currículo actual que hay que necesariamente cambiar y adaptar a los cambios sociales que evolucionan al mundo.

Es urgente crear un investigador universitario que comprenda que la integración de los conocimientos es imprescindible hoy día si se quieren hacer importantes aportes a través de la investigación en educación superior. No es cuestión de ideología política, es responder a un nuevo orden mundial. “La educación de los científicos debe abarcar la formación en ciencias sociales y la de los teóricos de las ciencias sociales ha de incluir la formación en ciencias naturales para que ambos puedan utilizar todo su potencial en pro de la vida y el desarrollo del país” (Akyeampong, 1998).

Simple y llanamente la formación de un individuo más integral y que asuma la epistemología de la educación y la investigación universitaria como una condición natural que influya positivamente en el servicio de la sociedad que lo rodea. Pero insisto, es pertinencia de los organismos rectores: ministerios y universidades, replantear el currículo educacional. Desde los planes de estudios hasta las formas de hacer extensión universitaria. Donde se aproveche la investigación como forma de conectar a la universidad con la comunidad y viceversa.

La investigación universitaria no puede seguir siendo una exclusividad de claustros que disertan entre sus miembros en centros, núcleos o institutos de investigación que son mantenidos con los propios recursos de la universidad, que al mismo tiempo son proveídos por el Estado. Estos mismos “clubes” de investigación, por llamarlos de alguna manera, escogen a sus miembros, crean revistas indexadas y publican muchas veces en ellas, los artículos que ellos mismos arbitran.

Razón tiene Barque (2005) cuando afirma que “La universidad de hoy, en cualquier país, se encuentra situada en un espacio global, un Primer Mundo internacional de los ricos, alejada de la gente excluida por una frontera social. Para construir una civilización con modernidad ética, la universidad debe romper esa frontera, esa "cortina de oro".

La autonomía universitaria no puede seguirse entendiendo como “parcelamiento” del conocimiento y por ende de la investigación que dentro de ella se desarrolle. La universidad autónoma debe retribuir a la sociedad a través de sus tres funciones: docencia, investigación y extensión, beneficios que ayuden a los ciudadanos a mejorar sus modos de vida. Con la investigación social se pueden conocer los problemas reales de las comunidades. El servicio comunitario universitario en el que tanto se enfatiza hoy, debe abanderarse con la investigación como uno de sus objetivos, inculcando a los estudiantes, futuros profesionales, que no pueden existir brechas entre la universidad y la comunidad que la rodea.

El mismo Buarque insiste en que para instaurar esa conexión global, la universidad requiere acabar con los límites de las paredes del campus. “La universidad del siglo XXI será no solamente global, pero también abierta. Sus alumnos podrán distribuirse por todo el mundo, no necesitarán frecuentar físicamente los cursos. La educación a distancia será el mecanismo más usual”.

Es aquí donde entra a jugar un rol fundamental la EAD como una alternativa para brindarle espacio a todo aquel que desee formarse a nivel universitario e investigar sin las barreras a las cuales hemos estado acostumbrados. A través de las tecnologías de la información y la comunicación, específicamente los espacios de interacción y comunicación virtuales, tenemos la posibilidad de hacer investigación abierta y social, pudiendo alcanzar en menos tiempo el target deseado.

Según García Aretio (1993) la EAD tiene como objeto democratizar el acceso a la educación al tiempo que se imparte una enseñanza innovadora y de calidad. Pero para alcanzar esta calidad hace falta sustentar esta modalidad educativa sobre las bases de avances serios en estudios e investigaciones.

Este mismo autor ve en la investigación una práctica prioritaria y esencial si, ciertamente, se pretende mejorar la calidad de la de educación a distancia en el presente milenio. “En suma, se precisa invertir en investigaciones y estudios de calidad que nos alumbren sobre la escuela, la universidad, la educación que viene”. (García Aretio, 2001).

Es necesario crear más programas que ofrezcan oportunidades a muchos venezolanos que por una u otra causa no pudieron iniciar o seguir estudios universitarios de pregrado o postgrado y que hoy en día con el agite social, se les dificulta asistir a programas en modalidad presencial. Aparte de la labor de la UNA, existen algunas iniciativas de universidades públicas y privadas con estudios a distancia pero todavía no logramos responder a las necesidades de un gran contingente de ciudadanos.

El Estado debe considerar como factor de suma importancia educativa e investigativa, la creación de programas de formación a distancia, donde con el uso de recursos tales como el Satélite Simón Bolívar, la mayor red de conexión a Internet (CANTV) y la red de medios públicos, se apoyen estos programas en todos los centros de educación superior públicos del país.

Referencias

Akyeampong, D. (1998). La Educación Superior y la Investigación: Desafíos y oportunidades. Disponible en: http://dip.una.edu.ve/mead/filosofia2007/Lecturas/Unidad4/La%20Educacion%20Superior%20y%20la%20Investigacion%5B7%5D.pdf

Buarque, C. (2005). Universidad sin fronteras. Agencia Latinoamericana de Información. Disponible en: http://alainet.org/active/8610

García Aretio, L. (1993). Necesidad y variedad de la investigación en educación a distancia. Disponible en: http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:20211&dsID=necesidad.pdf

García Aretio, L. (2001). Formación a distancia para el nuevo milenio. ¿Cambios radicales o de procedimiento? Disponible en: http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:995&dsID=n02garciaretio01.pdf

Jorquera, A. (2009). La formación del investigador venezolano: Un tránsito a la luz del pensamiento complejo. Revista EDUCERE. Nº 45, p 299-304. Mérida, Venezuela.

UCV (1983). Una escuela para la gente, una universidad para Venezuela. Revista Universidad Nuestra. Disponible en:http://dip.una.edu.ve/mead/filosofia2007/Lecturas/Unidad4/UNA%20ESCUELA%20PARA%20LA%20GENTE.%20UNA%20UNIVERSIDAD%20PARA%20VENEZUELA%5B8%5D.pdf

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